Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una jornada de sensibilización y de reivindicación, que quiere dar visibilidad a la salud mental. El lema de este año recuerda que es un derecho universal y de la necesidad de prestar una atención a la salud mental respetuosa con las personas y sus derechos fundamentales.
El género, el lugar de residencia y los recursos económicos condicionan el acceso de la población a la atención a la salud mental. Esta es la advertencia que la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR hace, lamentando que existen importantes desigualdades en el acceso a la atención.
Un claro ejemplo de ello es el tratamiento que se da a hombres y mujeres, puesto que se tienden a considerar los problemas de salud mental desde un sesgo muy biológico. En el caso de las mujeres, señalan desde ANPIR, se suelen atribuir a características genéticas o factores hormonales, minimizando el impacto de los factores sociales, los antecedentes traumáticos o las situaciones de violencia y estrés social que pueden estar sufriendo en ese momento las pacientes.
Las inequidades en el acceso a la atención a la salud mental también tienen que ver con el código postal, puesto que la ratio de especialistas en psicología clínica por habitante varía mucho en función de la comunidad autónoma de residencia.
Asimismo, desde la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR consideran que se tiende a tratar de forma farmacológica problemas que responderían mejor a tratamientos psicológicos. "El 80% de los trastornos mentales se pueden tratar sin incluir psicofármacos. Esto contrasta con la realidad del día a día, en la que solo recibe tratamiento psicológico una de cada diez personas diagnosticadas de trastornos mentales comunes y en la mayoría se terminan recetando psicofármacos, lo que no soluciona el problema", explica Laura Armesto, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR.
Solo una de cada diez personas diagnosticadas de depresión accede a psicoterapia en la sanidad pública. En el caso de los pacientes con trastornos mentales más graves, la mayor parte son atendidos en la sanidad pública, aunque se encuentran con demoras en la atención que tienden a cronificar y empeorar su pronóstico.
Peores condiciones de vida, peor salud mental
Por otro lado, las desigualdades socioeconómicas condicionan gravemente la salud mental de quienes las sufren. "La salud mental tiende a empeorar a medida que lo hacen las condiciones de vida. Rentas insuficientes, bajo nivel educativo y social, desempleo o falta de apoyo social son condicionantes importantes. Conforme desciende la clase social y el nivel educativo, la prevalencia de ansiedad y depresión aumenta", asegura Armesto. Si esta vulnerabilidad se sufre durante la infancia, el daño se magnifica en la etapa adulta, puesto que se trata de personas más expuestas a factores potencialmente traumáticos y que generalmente cuentan con menores redes de apoyo.
Además, existe una fuerte relación entre haber sufrido algún trauma en la infancia (maltrato infantil, haber padecido violencia física o psíquica, abandonos, negligencias en el cuidado, abuso sexual) y el desarrollo de trastornos de salud mental: hay estudios que señalan que más del 70 % de las personas con Trastorno Límite de Personalidad han sufrido en la infancia algún tipo de trauma psíquico.
"Si entendemos la salud física como un derecho, no hay razón para que la salud mental no lo sea también", dicen desde la Sociedad Española de Psicología Clínica-ANPIR.