José Antonio López Guerrero es catedrático de Microbiología y director de Neurovirología de la Universidad Autónoma de Madrid, además de director de Cultura Científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa. Estuvo en Zaragoza, en el Colegio Oficial de Farmacéuticos, el miércoles 13, donde impartió una conferencia que tituló "Vacunas y antivacunas, ¿qué fue antes?". Un recorrido por su desarrollo, por el hito histórico que han supuesto y una referencia a lo que López Guerrero llama "el hito del hito que ha supuesto la llegada de muchas vacunas en menos de un año para hacer frente a esta pandemia". En su conferencia, hubo tiempo también para hablar de los colectivos de antivacunas, "no me refiero a las personas más reacias a ponerse la vacuna en esta pandemia, con cierto temor a ponérsela por el exceso de información enfrentada que han encontrado, sino de quienes son antivacunas desde un punto de vista ideológico".
¿Cuándo surgen estos movimientos antivacunas?
Ya estaban antes de que hubiera vacunas. El antivacunas como anticientífico o, incluso, tecnófobo ya existía antes, con la primera vacuna, la de Edward Jenner, en 1796, la de la viruela, cuando se publicó, aparecían en la prensa imágenes de grupos contrarios ridiculizando al Dr. Jenner y amedrentando a quienes se vacunaban.
Siempre ha habido movimientos contrarios al avance de la ciencia, no sé muy bien por qué, pero se les podría recordar que muchas de esas personas han llegado a la edad adulta gracias a las vacunas y a la ciencia contra la que están actuando.
El crecimiento de grupos sociales reacios a la vacunación aparece en la lista de las 10 emergencias mundiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ¿la pandemia les ha dado visibilidad o son ahora más?
Durante la pandemia hemos visto cosas muy curiosas. Yo no estaba acostumbrado a recibir tantos ataques y tanta agresividad en las redes sociales por intentar hacer mi trabajo lo mejor posible. Me he dado cuenta de la cantidad de mensajes catastrofistas, incluso desde el mundo de la ciencia. Por alguna razón, este tipo de mensajes tienden a hacerse virales más que los mensajes que se lanzaban con la evidencia científica.
En España el porcentaje de antivacunas ideológico es sensiblemente más bajo que en el resto de Europa. No sé si la sensación de seguridad puede hacer subestimar lo que significa dejar de vacunar y la realidad es que en aquellos países donde ha bajado la vacunación, por ejemplo, de la triple vírica, ha vuelto a aparecer el sarampión. En la última década, se ha multiplicado por 400 los casos de sarampión teniendo una vacuna muy eficaz. Lo triste es que hoy hay menos personas vacunadas con la triple vírica en California que en Sudán del Sur.
En España se pudo demostrar durante la pandemia que los contrarios a la vacunación por cuestiones ideológicas han sido muy pocos, tuvimos una cobertura de más del 90%. No deja de ser un problema que está ahí, pero creo que somos un país ejemplar en comparación con nuestros vecinos europeos.
Cuando esperábamos la llegada de la vacuna covid se dijo que la gran asignatura para que tuviera éxito era la comunicación, ¿considera que hemos fallado?
Durante la pandemia se han dado muchos hitos y ha habido muchas pandemias dentro de la pandemia, se ha dado una sindemia y una infodemia, por primera vez.
Estábamos acostumbrados a ver guerras en directo, con naturalidad seguimos qué está pasando en un conflicto. Algo similar ha ocurrido con la pandemia, que se ha producido un exceso de información, se han vivido procesos habituales de los medicamentos, de pruebas, de ensayos clínicos de años y durante ese proceso hay medicamentos que desaparecen, otros tienen que rectificar por producir efectos no deseados. Todo eso, con la covid lo hemos seguido minuto a minuto.
Y la viralización de las noticias negativas enseguida permeaba en la sociedad creando esa falsa sensación de que nos quieren vender algo que es malo para la salud, cuando en realidad se trataba de productos testados y altamente evaluados.
¿Se puede hacer ya balance de lo que se hizo y de lo que no se hizo?
Es muy fácil ser profeta del pasado. Quienes dicen que tendríamos que habernos encerrado en enero de 2020, sin ningún caso en Europa, cerrar el comercio, la hostelería por un virus que todavía nadie ha visto...
Lo que está claro que se tendría que cambiar, y veo que no vamos por ahí, es una mayor inversión en investigación, en sanidad pública, que también vimos que la maravillosa sanidad española hizo aguas por todas partes con los primeros embates de la pandemia, que estamos muy por detrás en número de camas per cápita, en inversión...
Ahora, tenemos claro que sea lo que sea no lo estamos haciendo y estamos volviendo a la casilla de salida, estamos volviendo a una etapa prepandémica y no en una postpandémica. Una cosa que me produce cierto asombro es ver, incluso a compañeros científicos que, de repente, se postulan por todo aquello que se tendría que haber cambiado con una visión de 2023.
Como punto positivo, sí se ha puesto cierta sensibilidad en los centros de vigilancia epidemiológica y esto es importante para detectar casos como ha sucedido con la gripe aviaria o con el virus del Nilo.
¿En qué momento está el SARS-CoV-2, cómo se prevé el invierno?
La OMS decretó el final de la pandemia, pero eso es una cuestión administrativa, el virus sigue ahí, tiene margen de seguir evolucionando y tiene una capacidad de dispersión similar al sarampión, pero en la clínica ha bajado, y se están dando más casos graves con la gripe que con el SARS-CoV-2, sobre todo entre las personas vacunadas. No obstante, ya nos hemos olvidado de la ventilación, de la higiene de manos, de la distancia social, de la importancia del teletrabajo... Nos hemos olvidado de muchas medidas que fueron eficaces contra este virus y contra otros patógenos.
Pero el virus sigue ahí, no se va a ir, es endémico, seguirá evolucionando con nosotros y según su mutación veremos vacunas adaptadas, actualizadas.
¿Qué otros virus les preocupan y tienen en vigilancia en este momento?
En mi primer libro, "Virus, ni vivos ni muertos", hablo de las pandemias que más me preocupaban y una de ellas me sigue preocupando, y mucho, el virus de la gripe aviaria, que necesitaba cinco mutaciones para pasar de aves a humanos, ya está en mamíferos, es cuestión de tiempo que pase a humanos, aunque perderá letalidad. Pero es un peligro.
Además, el virus del Nilo Occidental y otra preocupación es que el cambio climático está haciendo que en latitudes que no eran frecuentes se estén juntando vectores como el mosquito tigre con virus hasta ahora de transmisión tropical, tenemos dengue endémico en España, el zika, el chikungunya, del que en Francia se han registrado ya casos.
¿Estamos preparados para afrontar estas situaciones?
No sé si me atrevería a decir que estamos preparados para todos estos cambios, pero sí diría que lo malo es que olvidemos todo lo que hemos aprendido. Lo bueno es que se están apoyando estructural y económicamente a los centros de vigilancia epidemiológica, a los centros de control de enfermedades. Y esto, se está demostrando efectivo a la hora de detectar nuevos brotes de algunos virus como la gripe H5N1, pero lo fundamental es que haya un centro europeo que coordine futuros brotes comunitarios y que tengamos más fondos que permitan seguir investigando.