Como cada año, el 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis (TB) con el objeto de sensibilizar a la opinión pública sobre la situación de esta enfermedad y sus consecuencias. La fecha marca el día de 1882 en el que Robert Koch anunció que había descubierto el bacilo de la TB, con lo que se abrían nuevos caminos en esta enfermedad. Este descubrimiento microbiológico no condujo a un tratamiento eficaz hasta muchos años después, aunque permitió una mejor comprensión del mecanismo de transmisión de la enfermedad y la aplicación de medidas de prevención que, unidas a las mejoras sociales, produjeron un descenso marcado en su incidencia y mortalidad.

La Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y la Fundación Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona (fuiTB) recuerdan que, a nivel mundial, en 2022 enfermaron de TB 10,6 millones de personas y murieron 1,3 millones, lo que duplica la mortalidad ocasionada por VIH/SIDA, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es importante señalar que la tasa de incidencia aumentó un 3,9% entre 2020 y 2022, modificando la tendencia descendente de alrededor del 2% anual durante la mayor parte de las últimas 2 décadas.

El lema del Día Mundial de la Tuberculosis de 2024 es ¡Sí! ¡Podemos poner fin a la TB! Con él se transmite el mensaje de esperanza de que es posible retomar el rumbo para invertir la tendencia de la epidemia de tuberculosis mediante un liderazgo de alto nivel, el aumento de las inversiones y una aplicación más rápida de las nuevas recomendaciones de la OMS.

Tras los cambios derivados de la pandemia de covid-19, la tuberculosis sigue siendo una de las enfermedades infecciosas con mayor morbi-mortalidad, sobre todo en los países y grupos más pobres, mientras que en nuestro entorno socioeconómico está poco presente y es, a menudo, ignorada. En este sentido es prioritario que en España el Plan de Prevención y Control de la TB publicado en 2019 cuente con la implementación de los recursos suficientes a nivel estatal y en cada CC.AA. para poder llevarse a cabo.

La Estrategia Fin a la TB de la OMS iniciada en 2015 tiene como objetivos disminuir la incidencia el 50% en el 2025, el 80% en el 2030 y 90% en el 2035. Se basa en 3 pilares fundamentales:

1. Enfocado a la detección temprana, tratamiento y prevención para todos los pacientes de TB, niños incluidos.
2. Políticas y sistemas audaces. Es necesario acelerar la cobertura sanitaria universal y tener una Atención Primaria sólida y sostenible.
3. Intensificación de la investigación y la innovación, que son esenciales para alcanzar los hitos para 2030 y 2035.

• La incidencia de TB es mucho mayor entre los colectivos más vulnerables, por lo que es necesario abordar las desigualdades en la atención a la salud, dotando de más medios a las zonas y colectivos que presentan más incidencia.

• Es necesario mejorar el estudio de contactos, la detección de brotes epidémicos y la realización de cribados de la enfermedad y de la infección latente entre los colectivos con mayor incidencia. Estas actividades preventivas deben completarse con el adecuado tratamiento y seguimiento de las personas diagnosticadas de infección latente. 

• Deben impulsarse estudios coordinados de estudio convencional de contactos con los de epidemiología molecular y genómica en el cribado de poblaciones de riesgo a infectarse o desarrollar enfermedad. Todo ello ayudaría a controlar la transmisión y a disminuir su incidencia e impacto en la morbimortalidad.

Cifras de la Tuberculosis