Operación salida, grandes atascos, accidentes, aglomeraciones, playas y puntos de interés turístico abarrotados, vuelta a casa con grandes caravanas en la entrada de las ciudades,… ¡VAYA VACACIONES!
Viajar por gusto nos hace ilusión, activa la magia del cambio de humor, costumbres, comida y hasta de lengua. Quizá también de moneda, y seguro que representa un cambio de valores. Empezamos a viajar con la imaginación, planificando y disfrutando por adelantado de paisajes, de nuestros rincones favoritos, y de sensaciones que nos regeneran. El viaje es mágico más que por la distancia física que se recorre, por el descubrimiento interior que nos asombra. Y así, por ejemplo, un instante cualquiera nos hace saborear el ritmo de una escena cotidiana de algún lugar como algo extraordinario.
El mayor exponente de viaje que nos trasforma es la peregrinación: hay personas que proyectan en su destino un camino de esfuerzo intenso y de reflexión profunda sobre su vida. En esa forma de viajar hay un sentido mágico que lo impregna todo, terminando por integrarse con el viajero. La ayuda que tradicionalmente se presta a los peregrinos muestra el respeto por esa inquietud humana de cambio, solidaridad que minimiza incomodidades y hace llevaderas ciertas penurias del camino.
Sin llegar a tanto, podemos plantearnos un cambio a la medida de nuestras posibilidades, yendo a la comarca de al lado, al pueblo más lejano de nuestra comunidad o a las Antípodas. El objetivo es volver con la maleta llena de experiencias y anécdotas que nos permitan ser turistas por un momento en nuestra propia tierra, incluso darnos una vuelta por nuestra casa como quien redescubre un territorio.
15 días de vacaciones en agosto, ¿pero cómo?
En el polo opuesto al peregrino de verdad está la versión tan extendida entre nosotros de salir de vacaciones los mismos días, a los mismos destinos que todos los demás, y queriendo vivir donde estemos como nosotros sabemos, casi imponiendo hábitos y costumbres. Los atascos y aglomeraciones están asegurados a la ida y a la vuelta, y regresamos casi más estresados que nos fuimos. Ya en el extremo tenemos al turista que hace la fotografía para decir que estuvo allí, en ocasiones hasta sin apearse del bus turístico.
Los antiguos romanos denominaban genius loci al espíritu del lugar, que descubrimos en nuestras sensaciones si nos damos el tiempo necesario para sentir el suelo bajo los pies y respirar, saborear su fruta o escuchar a los lugareños. No es preciso informarse de toda la historia y detalles geográficos, simplemente basta con abrirse a la experiencia para impregnarse del momento presente, como cada uno guste.
Ir despacio nos garantiza una experiencia de calidad, impregnándonos del sabor de ese momento a nuestro ritmo. Las vacaciones son sinónimo de pausa, un tiempo de calidad sin las obligaciones rutinarias, ¿no?.
Un lugar de descanso del ritmo habitual no está necesariamente en el hecho de marcharse a un lejano país, donde como es normal, querremos visitar casi todo lo visitable, volviendo exhaustos y, si hay cambio horario, faltos de sueño.
Tampoco se trata de viajar con todo lujo, sino de encontrar el lujo en el ir a nuestro ritmo, despacio. Porque el lujo como objetivo puede tener un efecto de anestesia, ya que garantiza que todo estará impecablemente presentado y con frecuencia nos impide descubrir lo más simple. Comprar viajes con la fórmula de paquetes organizados con todo detalle al más alto nivel puede parecer una garantía de seguridad sin imprevistos, pero también adormece la percepción del lugar y sus gentes.
Siempre será mejor un viaje con experiencias humanas que compartir que un viaje con el típico souvenir, objetos que acaban siendo un trasto al cabo de un tiempo. Viajar de verdad nos hace más sencillos, más capaces de agradecer lo ajeno y de saborear lo propio. Todavia mejor si hay aventuras o propuestas inesperadas.
Autor: José Javier Pedrosa es experto en salud psicosocial, dirige L'Astragal.
Ilustración: DANI, periodista y dibujante.
El artículo me da la oportunidad de traer aquí este vídeo de 15 Días en Agosto, un corto de Edu González. Tiene ya algunos años, pero creo que en la situación actual nos viene muy bien.
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