El papel de la ciencia como impulsora de cambios estructurales que supongan cambios en la salud pública, tanto aportando evidencias claras como evaluando de forma objetiva las medidas y acciones que se llevan adelante en el día a día. Este es el punto central sobre el que se ha querido incidir en la XXXV Reunión Científica de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), que se ha celebrado esta semana en Barcelona.
Otro aspecto que se ha tenido en cuenta es el de las diferencias en materia de sanidad, asociadas normalmente a desigualdades socio-económicas, pero en la que también influyen otros factores. “Tenemos que ver cómo cambia la esperanza de vida de la población en función del lugar en el que vive. Por ello tenemos que seguir trabajando en los determinantes de salud como la nutrición, el cambio climático y el calentamiento global” explica Carmen Vives, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología.
De esta forma, entre los diferentes temas que se han tratado han estado las ciudades saludables, las bebidas azucaradas y el impacto del alcohol y las drogas en la salud. Pero también se ha hablado de la re-emergencia de las enfermedades de transmisión sexual y el VIH, las consecuencias del envejecimiento de la población en las políticas sanitarias o la pobreza y su repercusión en la salud infantil.
Ciudades saludables, ligadas a la calidad de vida
Cada vez hay más gente que vive en las ciudades. Ese es un dato incuestionable, como también lo es el hecho de que muchas de estas grandes urbes no resultan saludables. La contaminación del aire, el ruido, el incremento de la temperatura o la falta de espacios verdes son algunos de los condicionantes que se acaban traduciendo en un incremento de la mortalidad y la morbilidad.
Mark Nieuwnhuijsen, del Instituto de Salud Global de Barcelona, apuntaba entre los diferentes factores a la congestión de vehículos como uno de los principales generadores de problemas para la salud. “Además está el problema de dónde aparcarlos, cuando el 95% del tiempo no están en marcha”. Para Nieuwnhuijsen una solución pasa por apostar por las bicicletas. “Con ellas se reduce la contaminación del aire, los problemas de ruido y además aumentan la actividad física que se realiza”. Según los datos aportados en la conferencia, más de 15.000 muertes se han prevenido en ciudades que han incrementado el uso de la bicicleta entre su población.
Otras medidas apuntadas pasan por la conversión de las carreteras en vías verdes o incluso iniciativas de algunas ciudades libres de vehículos. Sin embargo, todo esto no se puede improvisar y se necesita el trabajo conjunto de planeadores urbanísticos, de transporte, ambientalistas, profesionales de salud pública y economistas. “Pero en conjunto, es posible llegar a tomar medidas que sirvan para reducir todos estos riesgos ambientales” concluía Nieuwnhuijsen.
Estas acciones transformadoras deben estar basadas en la evidencia científica, por eso resulta importante el esfuerzo realizado por investigadores para poner sobre la mesa los datos objetivos. “Pero no siempre llega con el peso de la evidencia, pues hay otros factores que también influyen como son la propia sociedad o la agenda de los partidos políticos. En los últimos años, la sociedad ha cambiado en sus prioridades y eso ha influido en los gobiernos a la hora de tomar medidas destinadas a eliminar las desigualdades sociales” comentaba durante su intervención Carme Borrell, de la Agència de Salut Pública de Barcelona.
Borrell señalaba que existen solidas evidencias que apuntan a que las desigualdades sociales en las ciudades suponen desigualdades en materia sanitaria. La relación entre desempleo y mortalidad no supone ninguna novedad. El análisis cada vez más pormenorizado que permiten herramientas como la encuesta de salud que se lleva a cabo en Barcelona ha permitido ahondar en estas relaciones. “Ahora se han puesto en marcha algunas iniciativas, como el Plan de Barrios, que pretenden disminuir las desigualdades territoriales y para la que se ha dotado un presupuesto de 150 millones de euros”.
Manuel Franco, de la Universidad de Alcalá, también recordaba la importancia del feedback con la propia comunidad. Aportaba para eso el ejemplo de la iniciativa Hearth Healthy Hoods, donde se demostraba cómo era posible una colaboración más estrecha entre ciudadanía y administración es posible. “No hay duda de la necesidad de traducir la investigación en políticas y prácticas, pero para por dar ese paso, antes es necesario diseñar una investigación que sea en verdad relevante para la sociedad. Hay que tener en contacto desde el principio a los políticos y a la ciudadanía”.
Bebidas azucaradas y su impacto en salud
Otro tema que se ha abordado ha sido el de las bebidas azucaradas, su impacto en la salud y la conveniencia de determinadas medidas como la aplicación de impuestos para combatir su impacto en la salud pública, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ha aplicado recientemente la Generalitat de Cataluña.
Esther López, de la Universidad Autónoma de Madrid, dejaba claro en su exposición que más allá de cualquier duda queda claro el negativo impacto del consumo de bebidas azucaradas en la salud. “Aquellas personas que consumen una bebida azucarada al día tienen un 29% más de riesgo de mortalidad cardiovascular. La hipertensión, la dislipidemia o la obesidad también están claramente relacionadas. Reducir su consumo puede no ser la solución a la obesidad, pero puede tener un impacto claro y cuantificable en su prevención”.
Una de estas medidas sería la implantación de un impuesto sobre este tipo de bebidas. Vicente Ortún, de la Universidad Pompeu Fabra, apuntaba que esta medida si se adoptaba de una forma adecuada puede resultar beneficiosa. “Por un lado ayudaría a reducir el consumo, y por el otro sería una forma de recaudar dinero para poder afrontar el gasto sanitario derivado de la obesidad. No hay que olvidar que una persona obesa supone un 30% más de gasto sanitario”. Para Ortún, estos impuestos serían un éxito cuando no se lograse recaudar nada, porque eso implicaría un verdadero descenso en el consumo.
Miguel Ángel Martínez, de la Universidad de Navarra, también apuntaba al efecto pedagógico que tienen este tipo de medidas. “Sirve para que la ciudadanía se dé cuenta de que existe un problema con estas bebidas, que no son inocuas. Evidentemente, también es necesario un trabajo desde los investigadores”. En este sentido, Martínez se mostró muy crítico con la financiación que reciben los propios investigadores y que muchas veces acaba condicionando los resultados de sus investigaciones. “Si la industria quiere poner dinero para investigar está bien, pero debería dar el dinero a organismos oficiales y que estos fueran los que después distribuyeran los fondos. Los investigadores nunca deberían recibir una financiación directa”.
Alcohol, un factor de riesgo de primer orden
El alcohol es una de las principales preocupaciones en materia sanitaria a nivel mundial y, por supuesto, en Europa y España. Un 42,6% de los estudiantes entre 14 y 18 años admitió haberse emborrachado al menos una vez en el último año. Además está asociado hasta con 200 enfermedades y complicaciones, siendo un factor de riesgo de primer orden.
Miguel Gili Miner, de la Universidad de Sevilla, presentó por ejemplo los resultados de un estudio sobre el impacto de los trastornos por consumo de alcohol (TCA) en un servicio de urgencias hospitalario. Según los datos expuestos, estos pacientes necesitan un 31,6% más de tiempo de atención, además de presentar un mayor número de reingresos, más asociación con situaciones de mayor gravedad o mayor mortalidad, tanto en urgencias como luego en ingresos hospitalarios. “Es necesario por tanto implantar nuevos sistemas de vigilancia de los TCA en Urgencias o la posibilidad de intercambiar información y alertas de forma más ágil entre los diferentes niveles asistenciales, aunque esto puedo suponer un problema de cara a la vulneración de la intimidad que debería estudiarse”.
Otros aspectos que se han destacado es la convergencia cada vez mayor en los hábitos de consumo de alcohol entre los diferentes países europeos, aunque con una mayor prevalencia del binge drinking (consumo de hasta 5 unidades de bebida de alcohol en un periodo inferior a dos horas) en los países del Norte.
Los datos principales, en estos vídeos: